EL ARCO DE LA NEUTRALIDAD


Turkmenistán es sin duda para muchos de nosotros un lugar desconocido. La mayoría podrá, haciendo un esfuerzo, situarlo en algún lugar entre la frontera rusa y el Océano Índico. Turkmenistán suena extraño, lejano, casi exótico. Se trata de un país escindido de la antigua URSS que, como casi todo lo ex soviético, me transmite un cierto desasosiego, con sus casas cuadradas, grises y oxidadas de estilo soviético, sus tanques cuadrados, grises y oxidados de estilo soviético y sus políticos cuadrados, grises y oxidados de estilo soviético.

Pero Turkmenistán no es solamente una cuadrada, gris y oxidada ex república soviética.  Turkmenistán es especial. ¿Conocéis algún otro país donde una fiesta nacional sea “El Día del Melón”?  El gran líder Saparmyrat Nyýazow decidió un día que los melones turkmenos eran los más sabrosos, los más aromáticos y los más grandes de todos los melones de la tierra. Según sus propias palabras “Dios Todopoderoso ha convertido el suelo de Turkmenistán en una fértil fuente de abundancia de los más sabrosos frutos. Entre ellos se encuentran los melones de Turkmenistán, que son el resultado del duro trabajo de los agricultores y que tienen un sabor único tan especial que recuerdan a la fruta del paraíso”. Y así quedó instaurado el día del melón.

Esta no fue la única acción que Nyýazow llevó a cabo para mejorar sustancialmente la calidad de vida de todos los Turkmenos. Al contrario, tuvo otro sueño, construir un gran monumento dedicado a la gloria de la nación turkmena. Él supo hacerlo y creó “El Arco de la Neutralidad”, un edificio coronado por una gran estatua de oro macizo que gira de tal modo que continuamente se encuentra mirando al sol. La estatua es la viva imagen de Nyýazow, quien falleció seguro de que con ello había mejorado sustancialmente la vida de sus conciudadanos.

En un país a medio mundo de distancia, hoy, como casi siempre, sale el sol, que ilumina cientos de “Arcos de la Neutralidad”, construidos para mejorar sustancialmente la vida de los ciudadanos. Cada uno  tiene su nombre: “La Caja Mágica”, “El Aeropuerto de Ciudad Real”, “El superpuerto del Musel”, “La Exposición Universal de Zaragoza”, etc.

Y es que a Nyýazow no paran de salirle admiradores e imitadores. El último se llama José Emilio González Aller, es alcalde del pequeño concejo asturiano de Bimenes y ha decidido, iluminado seguramente por nuestro gran maestro Saparmyrat, que su pueblo, de algo menos de dos mil habitantes, necesitaba levantar el ánimo, que con tanta crisis no hay manera. Por ello, y aprovechando una jugosa y totalmente lógica subvención de más de un millón y medio de euros, todos ellos provenientes los fondos mineros, ha decidido construir una piscina cubierta que, además, costará a cada habitante la nimia cantidad de cien euros al año solo en mantenimiento. Que el pueblo se encuentre a diez minutos de otra piscina climatizada es lo de menos. Lo importante es levantar el ánimo a los conciudadanos y legar patrimonio a las generaciones futuras, que seguramente lo agradecerán. Estoy convencido de que allá donde esté, Saparmyrat Nyýzow se siente profundamente orgulloso.

Rodrigo Fernández

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