LA CAÍDA DE ÍCARO


Dijo Khalil Gibran que por muy larga que sea la tormenta, el Sol siempre acaba por volver a brillar entre las nubes. Veía el vaso medio lleno: al fin y al cabo, también puede asertarse con todo rigor que por mucho tiempo que consiga el Sol enseñorearse de los cielos, las tormentas acabarán siempre por retornar, más tarde o más temprano. De hecho, si hacemos caso a los habitantes de Poniente en Canción de hielo y fuego, los veranos largos siempre se ven sucedidos por inviernos durísimos, tanto como un verano corto antecede con precisión milimétrica a un invierno suave. Cuanto más alto se vuela, más violenta es la caída: esto es tan viejo como el mito de Ícaro.

Occidente ha volado muy alto, se le han ido derritiendo las alas de cera, y está empezando a caer. El péndulo de la historia nunca había volado tan lejos hacia uno de los lados del reloj, y todos sabemos lo que viene ahora. Las demostraciones del retorno a la oscuridad se suceden en la prensa. He aquí una: en Hoyo de Manzanares, localidad de la provincia española de Madrid, el comedor de un colegio público ha aprobado restringir el consumo de carne y sustituirlo por pescado en el menú de los escolares los días 22 y 24 de febrero, que marcan el comienzo de la Cuaresma católica. Cambiarán el 22, miércoles de ceniza, las patatas al horno con panceta y los muslos de pollo previstos por patatas al horno con verdura y “baritas” (¿barritas? ¿varitas?) de merluza con ensalada. El 24, primer viernes de penitencia, harán lo propio reemplazando el guiso de ternera planeado en un principio por lentejas con verduras y bacalao a la riojana con ensalada.

El centro, recordemos que público, que, por cierto, se llama Virgen de la Encina, hace frente a las críticas argumentando que la mayor parte de sus alumnos cursa la asignatura optativa de religión católica.

Las hojas en los árboles han comenzado a amarillear y a desprenderse, mansas, de las ramas. Se acaba el verano, comienza el otoño y se acerca el invierno. Cuando ya sólo queden los troncos desnudos, los cortarán para construir cadalsos y hogueras. Si no fallece antes de las heridas provocadas por el descalabrazo contra el suelo, Ícaro será el primero en ser quemado, acusado de la herejía de querer volar, incumpiendo el precepto divino de que los hombres deben permanecer pegados al suelo, a poder ser arrodillados. Con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho. No estaba muerta, estaba dormidita.

Pablo Batalla Cueto

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