EL CULO Y LA ANTORCHA


De los moradores del rincón del mundo que hoy ocupa el Reino de España ya alababan los romanos el carácter levantisco e indómito. Somos, asegura el tópico, una raza de orgullosos quijotes, prestos a defender con saña lo nuestro si lo vemos atacado o quieren arrebatárnoslo. Tal vez sea cierto; en todo caso, en esta cualidad nuestra hay hoy una curiosa particularidad: el españolito medio dispone, solícito, el culo desnudo y en pompa ante cualquier rijoso sodomizador político, económico o religioso que desee sus favores, y sólo emplea esa legendaria rebeldía contra las más intrascendentes gilipolleces. Nunca verá el lector a ningún hijo de esta tierra salir, antorcha en mano como recientemente han hecho los griegos, a incendiar literal y figurativamente las calles de reivindicación y protesta por los cinco millones de parados, la impune corrupción de gobernantes e instituciones o los anacrónicos privilegios de residuos feudales como la Iglesia Católica o la monarquía. No solivianta en absoluto al pueblo ibérico que le roben el pan: vive feliz pasando hambre y hasta regala encantado la gobernación del país a los ladrones más notorios. ¡Ay, en cambio, de quien ose privarle del circo…!

A raíz de la condena por dopaje a Alberto Contador, ciclista madrileño ganador de tres Tours de Francia, y del hecho de ser esta condena una más y seguramente no la última de una ya larga lista de sanciones por la misma razón a varios atletas españoles, un programa humorístico de la televisión francesa, basado en el uso de “guiñoles” o marionetas representativas de personajes famosos, retransmitió varios sketches en los que se ridiculizaba a algunos deportistas españoles: Contador, Nadal, Gasol o Casillas firmando autógrafos con jeringuillas y otras astracanadas por el estilo.

El tenista Rafa Nadal firmando autógrafos con una jeringuilla en uno de los sketches de los guiñoles franceses

El asunto ha despertado en la grey hispánica una oleada unánime de indignación y ha hecho renacer en ella atávicos sentimientos galofóbicos latentes. Nadie ha permanecido indiferente a la vil agresión sufrida y las reacciones no han ido en chabacanería a la zaga de las burlas de los guiñoles franceses. Para muestra, dos botones. El primero, un montaje fotográfico difundido por Internet, en el que se contrastan, la una al lado de la otra, la imagen de una tortilla de las que en España llamamos francesas y vienen a ser un simple huevo batido y frito, y otra de una tortilla española, más gruesa y consistente y que se hace con patatas y más huevos. Moraleja: los españoles echan más huevos.

El montaje en cuestión

Segundo botón, la iniciativa de José María del Nido, abyecto tipejo que preside el club de fútbol Sevilla FC, de incluir en la camiseta del equipo, durante el partido del lunes 13 de febrero ante la Real Sociedad de San Sebastián, el siguiente lema, en la parte de la equipación que normalmente ocupa la publicidad: “Liberté, égalité… superioridad!” Esta bufonada cutre, ni siquiera tocada por la chispa de la originalidad y más bien fanfarronada de barra de bar expresión del chovinismo paleto que tanto furor causa en estos pagos, lejos de sonrojar a nadie ha sido recibida en general con entusiasta aprobación por propios y extraños, en forma de rebuznos del tipo “Hay que dar una lección a esos gabachos, que tanta envidia nos tienen.”

Por el refranero sabemos que nunca conviene escupir hacia arriba, porque el riesgo de recibir de vuelta el mismo gapo en plena cara es alto. El Sevilla perdió ese partido por dos a cero contra un equipo cuyo técnico, ironías del destino, es un franchute apellidado Montanier. El inevitable titular del partido de la revista francesa France Football al día siguiente fue “Liberté, égalité… inferioridad!”.

Entretanto, el salario mínimo interprofesional francés dobla al español y la tasa de paro es en el país galo cuatro veces menor. Los redactores del periódico español MARCA olvidaron incluir el dato en la orgullosa tabla comparativa de logros españoles y franceses que publicaron hace unos días.

Pablo Batalla Cueto

Fuente: El Mundo: ‘Liberté, égalité, superioridad’

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